lunes, 30 de abril de 2012

Pride and Prejudice

It is a truth universally acknowledge, that a single man in possession of a goog fortune, must be in want of a wife.
From the  book "Pride and Prejudice" by Jane Austen

Un paseo por Celanova


Llego a casa cojo la bici corriendo y me voy, subo a la parte alta del pueblo con sus casas nuevas tan relucientes y supuestamente bonitas que tanto odio.  Bajo hacia la plaza con la bici mientras la lluvia me golpea suavemente la cara, por fin estoy de vuelta, giro y veo aparecer la  plaza del pueblo con las cadenas en las que tanto jugábamos cuando éramos pequeños, el espolón  que tantos sustos da a las viejecitas del pueblo. Me paro en la alameda, cubierta por las copas de los árboles, que se aferran unos a otros como una persona se aferra a la vida desesperadamente, y dejo de mojarme, es un sitio acogedor ideal para resguardarse  en un día lluvioso como hoy.
Renuevo mi paseo en bici , ha dejado de llover, bajo  hasta la zona mas antigua, donde esta la piscina y el lavadero, llego al cementerio. Ese es el punto en el que podría decirse que acaba el pueblo como tal, bajo y me siento a mirar la tumba de mi bisabuela, esta mojada y solitaria, solo una triste flor adorna la lapida que con el paso de los años se ha ido enmoheciendo. Me levanto y recojo unas cuantas flores silvestres que pongo encima de la lapida para adornarla y darle algo de vida. Se ha hecho tarde  y empieza a anochecer, recojo la bici que he dejado apartada en un rincón y vuelvo a casa corriendo, mi madre  se enfadará si llego muy tarde, pues tengo que desempaquetar mi parte del equipaje y ayudar a limpiar.
Me siento como en casa después de haber recorrido todas las calles de Celanova, volver a verlo todo tal y como estaba el año pasado es como si no nunca me hubiera ido, todo sigue igual, por mucho que pase el tiempo nunca cambia nada. Las mismas personas, las mismas calles y el mismo tiempo perfecto, ni mucho frío ni mucho calor.

El otoño en domingo

Ese sol cálido de domingo, ese viento que arranca las hojas de los árboles con la misma facilidad que el tiempo arranca la juventud de unos ojos, ese parque desierto por la mañana con un manto de hojas doradas que cubre el suelo. Avanza la mañana, niños que juegan y madres que esperan, ancianos que caminan de la mano, una mariposa que vuela libre mecida por el viento es la única muestra de color en ese mundo únicamente marrón y gris, árboles y edificios .

Bajo y observo el parque mientras leo en ese cálido silencio interrumpido solamente por las risas y juegos  de los niños, y por las reprimendas de las madres. Una niña se acerca y lee un poco mi libro por encima del hombro, se sienta a mi lado y juega con su muñeca favorita vestida de rosa mientras la observo con curiosidad, se llama Sofía, tiene el pelo rubio y unos ojos azules cristalinos que miran atentamente y con gran interés todo lo que hay a su alrededor, empieza a anochecer y a la niña ya cansada empiezan a cerrársele los ojos, a pesar de eso cuando viene su madre a por ella para llevársela a casa ella protesta y pide quedarse un rato mas, finalmente cede y se van a casa. Yo sigo allí viendo ese parque vacío otra vez, ese cielo del mismo color dorado que tienen las hojas, todo se funde en una masa del mismo color hasta que al final la oscuridad se opone a la luz llevándose ese dorado con el  que llevo soñando todo el otoño.

En la oscuridad y el frío de la noche se aprecia todavía vagamente el color de esas hojas de tan distintas formas, texturas y tamaños pero con colores tan parecidos y uniformes. Me voy, mañana nada será igual, el manto de hojas que había esta mañana ya no estará y los árboles desnudos perderán su belleza de antaño.