Una imagen vale mas que mil
palabras, esto es lo primero que vino a mi cabeza cuando encontré aquella foto envejecida en el fondo de la
caja de recuerdos que tenia cuando era pequeña. Esa foto fue el primero de una larga
serie de recuerdos que guardaría para siempre, y es que de una manera u otra
aquella niña de apenas ocho años sabia que las personas que aparecían en
aquella fotografía marcarían su vida para siempre. Como decía, lo primero que
pensé fue que una imagen vale mas que mil palabras pero instantes después
recordé que yo nunca había creído en la veracidad de ese dicho popular, y una
vez mas me demostré a mi misma que tenia razón, porque la historia que se
escondía detrás de aquella simple imagen superaba con creces el valor de la misma.
Y es que entorno a esa foto, amarillenta y envejecida por el paso del tiempo,
giraba la historia de mi vida.
No se ni como ni porque llegue
a tropezarme con ella esa tarde, precisamente cuando todo se acababa, cuando
por fin se cerraba ese capitulo de mi vida. A pesar de todo, decidí llevármela
conmigo para guardar siempre el recuerdo de las personas que me ayudaron todas las veces que lo necesite, que
se convirtieron en imprescindibles para mi y que, cada una a su manera, me
cambiaron la vida para bien o para mal, aunque me gustaría pensar que fue
siempre para mejor.
Todo empezó hace exactamente
26 años, 9 meses y 22 días cuando nací en el hospital Virgen de la Arrixaca de
Murcia. Era una niña completamente normal, no tuve ni demasiada prisa ni demasiado
miedo por venir al mundo, así que nací cuando me tocaba ni antes ni después;
tampoco se puede decir que hubiera nada extraordinario en mi aspecto físico (o
eso me han contado) era rosa, suave, pequeña y bastante ruidosa y llorona como
cualquier otro bebé del mundo. Por eso mi madre me dibujo en la planta del pie
una “C” de Carlota, pues ese sería mi nombre, con rotulador, no fuera a ser que
me confundieran con otro bebé del hospital y me cambiaran de familia.
La verdad es que me habría
tocado una familia peor seguro, porque me resulta muy difícil imaginarme que
pueda existir una mejor que la mía. Aunque esto es algo que casi todo el mundo
piensa de su familia, me atrevería a asegurar, que en mi caso es completamente
cierto.
Desde pequeña he tenido unos
padres maravillosos que siempre han estado pendientes de mi, han sido
cariñosos, me han dado todo lo que he necesitado y mucho mas, han intentando hacerme
feliz siempre que podían o que dependía de ellos, han tratado de educarme
incluso cuando parecía ingobernable y desde luego han puesto todo su empeño en que
me convierta en una buena persona. Después de todos estos años, y a pesar de
los defectos que tengo y de los errores que cometo como todo el mundo, espero
haber cumplido sus expectativas y que puedan sentirse orgullosos de su hija
mayor, “ su princesita”.
Como habréis podido adivinar
tengo un hermano, un chico, mas pequeño que yo, con el que si bien me he peleado hasta la
saciedad y al que en numerosas ocasiones no soporto, en el fondo es una de las
personas mas importantes de mi vida y una de las que mas quiero, porque al fin
y al cabo es y siempre será mi hermanito. Se llama Mateo, aunque muy a su
pesar, siempre le hemos llamado “Mateito” por aquello de que es el pequeño de
la familia.
Y por ultimo, el hecho de que
seamos una familia muy numerosa con cientos de primos y tíos, porque para mi no
hay nada mejor que una comida familiar con 70 personas en la que todo es
alegría, gritos de niños y ruido. Mucho ruido, creo que no seria capaz de vivir
con una de esas familias tan tranquilas y sosegadas que hablan siempre sin
levantar la voz y que jamás discuten, ni gritan, ni se pelean.
Apenas recuerdo nada de mis
primeros años de vida, pues como buen bebé me dedicaba básicamente a comer, a
jugar y a dormir. Cuando crecí un poco empecé a ir al colegio, bueno mejor
dicho guardería, e hice mis primeros amigos. Y por fin, el verano en el que
tenía tres años mis padres decidieron que era hora de que conociera Celanova,
un pequeño pueblo de Orense en el que había crecido mi abuela, donde mi madre
había pasado la mayor parte de sus vacaciones y que por lo que parecía iba a
ser también donde yo pasara mis veranos.